El sábado hay competición en Artxanda, participarán al menos 130 personas de entre 15 y 25.

Empecé a nadar a los 2 años, mi madre se empeñó en que era bueno familiarizarse con el agua, la verdad es que no lo recuerdo, pero no creo que fuese una sensación muy buena, en todas las fotos que mi padre nos sacaba estoy llorando agarrada al bordillo.

En invierno comencé a ir a un club dedicado para niños, donde te enseñaban a flotar y a perder el miedo al agua.


Ahora al menos una vez por semana mis hermanos lo recuerdan. Los mayores tuvieron un entrenador que los lanzaba a la mitad de la piscina con albornoz y chancletas incluido, ellos tenían que ser capaces de salir a flote y alcanzar el bordillo. Mi hermano nada más ver al entrenador se echaba a llorar, pero no servía de nada. Mi hermana ya tenía cierta habilidad en quitarse el albornoz y salir a nado. Al final acabaron por aprender a flotar, no había más remedio.
Mi otra hermana recuerda que había una chica en su clase que siempre vomitaba en el agua y tenían que salir todos corriendo. Es muy gracioso oírla contarlo.
Yo no sé nada de mi experiencia, a mi madre no le gustaba nada llevarme, pero pensaba que era bueno para hacerme fuerte. Ahora me rió cuando me lo dice, aunque no creo que lo hiciese en el momento, y surgió efecto ahora me encanta el agua, aunque no creo que fuese la mejor manera.

A los 3 años empecé a ir a un club cerca de mi casa, aprendí a nadar espalda, braza y crawl. Lorea, la entrenadora se empeñaba en que tuviésemos buen estilo así que una de las tres clases semanales la dedicábamos a aprender el estilo fuera del agua, ella nos demostraba como se hacia y nosotros la imitábamos apoyando las manos en la pared como si estuviésemos agarrando una tabla.


Mis hermanos para entonces ya estaban en un equipo de natación donde competían contra otros equipos del País Vasco. A los 6 años quise nadar con ellos, pero no era lo suficientemente mayor como para poder entrar en el grupo, por suerte hicieron la vista gorda y me dejaron formar parte en el equipo después de hacer un entrenamiento de prueba donde me mandaron hacer 80 largos crol. Al día siguiente estaba enferma, pero conseguí nadar con mis hermanos.

Era la más pequeña del equipo con diferencia, la siguiente a mi tenía cuatro años más, me trataban como un bebé, y el entrenador
era como un segunda padre, yo empecé a cogerle cariño.


Con 8 años hice mi primera competición, la noche anterior recuerdo no haber dormido nada y levantarme con los nervios a flor de piel, tampoco tuve ganas de desayuna, notaba un nudo en el estomago y si ingería algo estaba segura que lo vomitaría. Pero quede primera de mi serie, y eso me subió mucho los ánimos. Desde entonces competía una vez al mes por lo menos en las distintas piscinas del País Vasco, generalmente me acompañaba mi padre, supongo que le gustaba verme nadar, aunque nunca me animó como los otros padres, que parecían fuera de sí, lo tenía ya muy visto después de haber estado yendo a ver a mis 3 hermanos al menos desde hacia 9 años, tampoco hacia falta que lo hiciese, todo el equipo se ponía en el lado opuesto de los trampolines a animar, acabamos por inventar frases con rima que cantábamos todos a la vez, incluso se nos unía algún padre de la grada. Y para terminar bien la competición, nos íbamos todos junto con el entrenador y los padres a tomar unas aceitunas a un bar.